4.03.2021

EL HOLOCAUSTO DE MOCA, HISTORIA CENSURADA: La Parte Más Cruel y Triste de la Historia que han sufrido los Dominicanos


EL HOLOCAUSTO DE MOCA: HISTORIA CENSURADA.
 La Parte Más Cruel y Triste de la Historia que han sufrido los Dominicanos 

El genocidio mas grande del siglo XIX  miles de dominicanos fueron masacrados por tropas de haitianos al mando de Jean Jacques Dessalines y Henri Cristophe.

El relato de la historia dominicana que ha sido la parte más triste de la historia dominicana. Ha sido unos de los gajos más importante de nuestra historia y es uno de los eslabones perdidos de nuestro pasado claves que marcaron la secuencia de los hechos ocrridos en nuestra historia hasta el presente.

A pesar de que este hecho fue fundamental para el futuro, el rumbo y de la creación de nuestra República, esta parte transcendental de nuestra historia la han mantenido en el más rotundo silencio.

No se entiede porqué la historia de un genocidio de tal magnitud ocurrido contra la población dominicana se ha pretendido mantener sepultada.

En otras versiones de la historia dominicana, esta aparece distorcionada y contada al revéz, "con todos los beneficios que tuvimos al ser degollados, masacrados, quemados y arrasados por Dessalines", "El Libertador", que solo falta que lo pongan como nuestro legítimo "Padre de la Patria", y no es que no lo han intentado hacer, lo han intentado a varias veces, y de hecho en su historia distorcionada se encuentra como si fuera nuestro libertador. En la UASD, una de las universidades más prestigiosas del país  hacen charlas resaltando lafigura del verdúgo asesino de los dominicanos y hastaactos de conmemoración se han efectuado para venerar su nombre, pero, ni una palabra de la horrorosa masacre efectuada por Dessalines contra los dominicanos, ni una palabra que mencione el dolor y la pesadilla que vivieron los dominicanos.

Es una historia censurada, pero aún así y con todos los escollos y barreras que nos ponen en medio para impedir que esta historia sea contada y sea leída por todos, hacemos un máximo esfuerzo para que se mantenga esta historia censurada a flote.


HISTORIA

En 1805 dos ejércitos haitianos invadieron la parte oriental de la isla en ese momento, el ejército del sur comandado por Dessalines y el ejército del norte comandado por Cristophe, ambos se reunieron en la ciudad de Santo Domingo, eran tropas francesas y los dominicanos se atrincheraron, y retuvieron a las tropas haitianas durante varios meses.

Desalines decidió regresar a Haití, después de escuchar algunos rumores de que barcos franceses se dirigían a Puerto Príncipe, en su camino de regreso a Haití, Desalines mató y esclavizó a miles de dominicanos y quemó varios pueblos y ciudades. El lugar donde cometió las atrocidades más espantosas fue en el Cibao, quemó las ciudades de La Vega, Santiago y Moca, los Cibaenos sufrieron la peor suerte de todos los dominicanos,Se estima que 25.000 dominicanos fueron ejecutados a manos de las tropas haitianas, cifra alarmante considerando que la población dominicana de la época no llegaba a las 80.000 almas.

Hoy, existe una gran controversia sobre una Universidad donada por República Dominicana a Haití, que lleva el nombre del criminal Jean Jaques Desalines. En el relato dramático "Recuerdos de mi salida de la isla de Santo Domingo el 28 de abril de 1805", del jurista dominicano Gaspar de Arredondo y Pichardo, se revela que cuarenta (40) niños fueron masacrados en la iglesia de Moca, y el Se encontraron cuerpos en el santuario, que es el espacio que rodea el altar de la iglesia.

Esta tragedia, sin paralelo en la historia de la isla, fue considerada como el genocido mas grande ocurrido en la historia de Las Indias que mató a miles de dominicanos, muchos de ellos decapitados violados y descuartizados. Este desastre, sin precedentes en nuestra historia, fue ejecutado por las tropas del General Henri Christophe de Haití (Henry Christopher),

Hay que destacar en particular la tragedia que involucra a niños dominicanos brutalmente masacrados o secuestrados, encarcelados y conducidos a pie hasta Haití. La masacre de 40 niños en Moca está documentada en la historia de Gaspar de Arredondo y Pichardo1. En el trabajo que se inserta en este mismo número Alejandro Filled incluye este párrafo además de aterrador e inexplicable es un episodio muy escalofriante:


"Mi bisabuela hasta el día de hoy todavía me cuenta historias de cómo la abuela de su amiga escapó de la masacre fingiendo su muerte en una de las iglesias, y muchas otras historias de esta masacre".


Esta atrocidad está arraigada en la mente de los dominicanos, especialmente de los cibaenos, que fueron los que sufrieron la peor suerte. Creo que este marcó el comienzo del rencor entre estas dos naciones.


SITUACIÓN PREVIO AL DEGÜELLO DE MOCA

A pesar de que en este artículo solo nos limitamos a publicar solo lo sucedido Degüello de Moca/Santiago, también conocido como El Genocido de las Indias. El autor de "Mi salida de la Isla de Santo Domingo" (Gaspar de Arredondo y Pichardo) Narra también la desgarradora historia de caos, pesadilla y la tragedia que sufrieron los dominicanos mucho antes del Degüello de Moca de Jean-Jacques Dessalines, Toussaint Louverture y Henry Christophe

En aclaración, El Deguello de Moca fue solo la culminación de una serie de masacres, maltratos y bejaciones a los dominicanos que ya existía ya en la isla por las tropas de Dessalines apostadas en la isla desde la ocupación Francesa de toda la isla.

El autor narra como eran tratados los dominicanos, incluso los de piel negra por el ejercito de Dessaliness desde que tuvo su control de la isla hasta el Degüello de Moca.

Incluso a pesar de que en el Genocidio de Las Indias o Masacre de Moca fueron documentados más de de 25 mil los dominicanos masacrados por los haitianos, se estima que fueron mas de 60 mil los dominicanos masacrados, debido a que antes de la dominación francesa el último censo realizado la población dominicana era de unos 160 mil habitantes, cantidad que se redujo solo a unos 80 mil para el inicio del Degüello de Moca, puesto a que las masacres, bejaciones y maltratos a los dominicanos en realidad ya había existían mucho antes del Degüello de Moca, De manera que según el relato del autor la población dominicana era de unos 80 mil habitantes justo cuando se inició el Degüello de Moca.

Por lo que partiendo de ese relato y tomando en cuenta que antes de la ocupación de Francia la población dominicana era de unos 160 mil habitantes pero para cuando inició la masacre mayor (El Degüello de Moca) ya se había reducido a 80 mil habitantes, podemos llegar a la conclución casi exacta que la población dominicana se redujo a más la mitad de sus habitantes con la culminación del Degüello de Moca.

El Degüello de Moca fue titulado por varios historiadores internacionales como El Genocidio de Las Indias, La masacre de Santo Domingo, Limpieza Etnica y El Holocausto de la Española entre otros titulos. Además de esto, El Degüello de Moca también ha sido considerado como el mayor genocidio ocurrido en las indias en incluso en toda Las Americas, fue el acto de atrocidad y crueldad más horroroso jamás ocurrido en las Américas y en toda Las Indias.

De modo que el título de "Degüello de Moca" como bien lo narra el autor, se debe a que en la parte del Cibao fue donde se produjo el mayor genocio y no solo fue donde culminó sino también donde más tiempo duraron.

A pesar de que este holocausto ocurrió en todo Santo Domingo Español; Santiago, La Vega y Moca son considerada como *El Deguello de Moca* tomando en consideración que el genocidio en realidad sucedió en todo el país.


PREÁMBULO Y ACONTECIMIENTOS PREVIO AL DEGÜELLO DE MOCA 

Debemos aclarar que para acortar el artículo, el relato aquí expuesto es solo de retazos del relato original y no el relato completo, el cual es sumamente largo y por eso nos vemos en la necesidad de acortarlo solo intercalando partes de algunos segmentos del relato.


Por: Gaspar de Arredondo y Pichardo.

Memoria de mi peregrinación a la salida de la isla de Santo Domingo el 28 de Abril del año 1805. Después de ejecutado el deguello en la ciudad de Santiago de los Caballeros, donde me hallaba y de donde soy natural, el 28 de febrero, día segundo de Carnestolendas, por el ejército del general negro Enrique Cristóbal, a las ocho y media de la mañana, entrando a sangre y fuego con todos los del país para hacerse paso a la capital ocupada por los franceses blancos, residuo de la armada que mandó Napoleón para expulsar a Toussaint, donde se habían bajo el mando del general de división Mr. Luis Ferrand, toda aquella población y los pueblos del tránsito, fueron reducidos a ceniza por la tropa negra en su retirada, destruyendo hasta los altares. Los sacerdotes que encontraron fueron presos, y después sacrificados, arrastrando al Guarico (Cabo Haitiano/nota de Orbe Quince) a los que dejaron vivos, sin dispensar ni aun a la gente de color, que no querían darse al sistema de la desolación, muriendo muchos de hambre y sed en los caminos por donde eran conducidos a pié para la parte francesa, entre ellos nuestro respetable vicario el señor don Pedro Tavares, en su edad más que octagenaria.

Desde que llegué a esta isla (de Cuba/nota de OQ) pensé redactarla con solo este propósito, pero la falta de comodidad, y mi constante ocupación en el ejercicio de la abogacía, de que depende la subsistencia de mi larga prole, han sido obstáculos a mis deseos. Hoy que tal cual, puedo respirar, y que felizmente se halla en esta villa una imprenta, con que puedo facilitar su extensión, donde quiera que se hallen mis hijos, me he decidido a vencer dificultades, quitando algunos ratos a mis tareas, antes de que se vayan de la memoria algunos hechos del mayor interés.


¿Quien fue Gaspar Arredondo Pichardo?

Puerto Príncipe (actual Camaguey/nota de Orbe Quince), Cuba, 12 de agosto de 1814.

Nacido en la ciudad de Santiago de los Caballeros, centro de la isla de Santo Domingo, de donde era natural Doña Francisca Pichardo y Zerezeda, mi madre, anticipó Don Francisco de Arredondo y Castro, mi padre, que lo era de la capital, el sentimiento que debía causarle la separación de un hijo tierno que era el primer fruto de sus caricias nupciales, enviándome allí bajo la tutela de mis abuelos paternos para que continuase en aquella capital mis estudios.

Concluida mi pasantía, y restablecido de mis males, volví a la capital por el mes de diciembre de 1798, y el 31 de enero del siguiente año, tuve el honor de incorporarme en el número de los abogados del distrito, regresando poco después al país de mi naturaleza (Santiago/OQ), a disfrutar la dulce compañía de mis padres, y ejercer esta noble facultad, a beneficio casi de los pobres, de los parientes y encarcelados; porque no estaba mi subsistencia pendiente de este ministerio, ni allí hacía su producido la suerte de ningún letrado.

Ya en esta época se iba descubriendo sobre la parte española del Norte, el horizonte de la revolución francesa, que hasta entonces no conocíamos sino en el nombre ya en Dajabón, Bayajá y Montecristi, pueblos rayanos al Guarico (actual Cabo Haitiano, Haití/OQ), se sentían los rumores de aquella ominosa época, en que el gobierno del negro Toussaint había tomado un cuerpo de respeto, y no se hablaba sino con demasiado temor y vulgaridad de los incendios, de los asesinatos, muertes espantosas, robos, sacrificios y desastres que con horror de la humanidad cometía este gefe en toda persona blanca, a título de su omnímodo poder. Ya, por último, comenzábamos los de la parte del Norte a ver emigrados de las bandas del Sur sobre nuestro territorio, llenos de úlceras, pordioseando el sustento, llorando unos la ruina de sus familias, y espantados todos de los estragos que habían sufrido y presenciado, con las señales características de sus padecimientos y el anuncio o presagio de lo que nos esperaba.

Unos papeles anónimos con el nombre de ensaladillas en esta isla, corrían de un extremo a otro de la ciudad, llenos de insultos y de invectivas contra los ministros del altar, que ofendían también el decoro de varias familias de representación y demasiado conocidas por su reputación y virtudes. Esto se observó por algunas almas justas como un presagio de futuras calamidades, o como un trueno sordo que acercaba la tempestad sobre nuestras cabeza. Con tales novedades de hechos no acostumbrados a verse en un país donde parecía que la buena fe, el candor, la paz, la religión y el sosiego habían fijado su imperio.

Poco después salieron otros anónimos en verso, regados por la ciudad, con peores y más indecentes palabras, que dieron motivo a que el Señor Alcalde primero, lleno de indignación levantase un sumario para averiguar, perseguir y castigar al autor o autores de tan malignas ideas. (Nota: El papel anónimo al que se refiere el autor es nada más y nada menos que al *Manifiesto Haitiano* el cual existe hasta hoy, y en la actualidad desde los años 2003, 2013 y 2014 respectivamente fueron regados miles de volantes en Santiago con este manifiesto y pegados en los postes de luz).

En medio de esto, crecían nuestros temores respecto a la invasión de nuestros vecinos los negros. Por fin, reventó sobre nosotros la espesa nube de la desolación y de las desgracias. Aquellos anuncios vinieron a realizarse, y ya descargó sobre nosotros la tempestad. El once de Enero del inmediato año de 1801 forzaron los negros con numerosa tropa, al mando del negro Moyse, sobrino de Toussaint, que se titulaba general de brigada, el territorio de Santiago, con destrozo de las pocas tropas improvisadas que le salieron al encuentro, y que nuestro general don Joaquín García había consignado allí para resistir su entrada; después que había admitido desde la capital los poderes que el general francés M. José Roume había traído Napoleón, y sustituido en Toussaint, que por entonces se pronunciaba, súbdito, amigo y aliado de aquella República.

Hicimos una vigorosa resistencia, viendo morir en ellas algunos individuos, padres de familia, como el capitán don Cayetano Rosón , sin que nos quedara otro arbitrio que ceder a la muchedumbre, bajo una capitulación que dictó la ley de la necesidad y el conflicto, sirviendo de parlamentarios cerca del jefe negro, el presbítero teniente cura don Juan Pichardo, y el capitán de dragones don Domingo Pérez Pichardo, ambos mis primos hermanos, que fue admitida sin la menor repugnancia. Con esta salva guardia con que cesaron las hostilidades de ambas partes entró al siguiente día el general negro y su tropa fijando en el fuerte de la entrada el pabellón tricolor (la bandera francesa/OQ) en señal de victoria y de nuestro rendimiento.

En aquel momento, que serían como las ocho, hizo venir a su presencia a los Alcaldes y demás autoridades que no habían abandonado la ciudad, como los demás vecinos, el día de la alarma, y después de haberlos arengado su entrada figurándosenos nuestro ángel tutelar, les despojó de los bastones para devolvérselos diciéndoles en frases muy significativas, que hasta allí habían gobernado en nombre del rey de España, pero que en lo adelante, debíamos estar entendidos que íbamos a ser gobernados a nombre de la República Francesa.

Así quedó constituido en este aciago día el ominoso gobierno que tantas amarguras datas, y tantas lágrimas ha arrancado a los desgraciados hijos de aquel país (el autor escribía desde Cuba/OQ), en medio de su felicidad por un afecto de su amor y ciega obediencia a la voluntad de su monarca.

Luego que el nuevo gefe tomó posesión de la isla bajo las ceremonias y aparatos que él mismo marcó a nuestro general, permaneció gobernándola hasta que arribó por el Guarico, la arma francesa al mando del general en gefe Leclerc, cuñado de Bonaparte (Napoleón/OQ), con un cuerpo del ejército de más de catorce mil hombres, a cuyo poder pasó, después que fue preciso rendir los castillos de aquel puerto, y capturar la persona de Toussaint con todos sus satélites.

En el tránsito de un gobierno a otro, sufrimos los naturales toda clase de insultos, salvando los peligros que teníamos encima, de una gente que ya abatida por los blancos, no economizaban la bayoneta o el sable, donde quiera que fijaba la vista, mientras le quedaba el momento de hacer el mal, y tomar venganza, a pesar de la vigilancia con que se les observaba, que durante su gobierno fuimos vejados de todos modos y niveles con nuestros mismos esclavos en el servicio de las armas, y en todos los actos públicos.

Y no tuvo otro título ni otro pecio para ganar su libertad, (Aquí el autor se refiere a los esclavos de la Santo Domingo Español, con relación a una esclava que bailaba con él pero que representa a los esclavos que aún quedaban en la parte Española) que la entrada de los negros (haitianos/OQ) en el país con las armas dela violencia. Infinitas veces provocaron los oficiales de esta tropa, lances en que buscaban el movimiento más insignificante de un blanco para romper con un deguello, con un incendio, o cualquier otra maldad que les autorizase al pillaje y al saqueo, o de que nos preservó la divina providencia, dándonos un sufrimiento y una prudencia sin la cual habíamos seguido la suerte de nuestros paisanos dela parte sur, que por el resto de la isla andaban errantes, testificando con su miseria su desgracia, llorando este al padre, aquel a su hijo, unos a la esposa sacrificada brutalmente, y otros al inocente inmolado en la punta de una bayoneta, donde se le esperaba después de tirarlo al aire.

No es fácil reducir a breves páginas la multitud de amarguras, sobresaltos y angustias, que tuvimos que experimentar en aquella espantosa crisis. Felizmente los de Santiago no vimos a Toussaint más que tres días, pues su partida fue violenta y secreta como lo tenía de costumbre; pero ya había dejado la orden común de que, a su retirada, fuésemos todos pasados a cuchillo, a la manera que lo habían sido por sus tropas los pueblos de Bánica, Hincha, Azua y otros del departamento del Sur, que habían sido los primeros que habían ocupado. Como Toussaint, con su alta hipocresía cubría una alma infernal y un corazón de tigre que solo respiraba sangre, fuego y muerte, todos le temíamos, a pesar de sus protestas de seguridad y protección.

Nótese que aquí el autor menciona claramente la parte Sur del país no mencionada en otros escritos sobre la Masacre de Moca.

También hay que destacar que este relato no es durante el Degüello sino mucho con meses de antelación al Degüello, que luego a la salida de Desaliness culminó con el Deguello de Moca.

Entiéndase entonces porqué las victimas del Degüello no se deben limitar solo a las masacres ocurridas durante el Degüello de Moca sino a las también a las masacres ocurridas previo al Degüello de Moca, con las cuales mermaron a la población dominicana a la mitad.


RELATO DEL DEGÜELLO DE MOCA


3 de abril de 1805,
El primer día de carnaval en la tarde salieron los destinados al cantón del Yaque, donde estaba el primer fuertecillo y al de La Emboscada, que le precede con un cuarto o media legua, despachando la contestación a Cristóbal que a paso ligero se acercaba.

Muy temprano marchó Reinoso a ocupar su puesto en La emboscada, que hacía la retaguardia del fuerte de Yaque, en que estaba don Manuel Reyes con 200 hombres y dos malos cañoncitos arreglados de pronto. Cristóbal estaba en la gran sabana de gurabo. Ya a la orilla del río se presentó Campo Tavárez y les dirigió la palabra aconsejándoles desistir de toda resistencia, pues sería inútil. Esto y un nuevo parlamento fue en vano.

Se abrieron los fuegos y el ataque fue horroroso. No bastó la resolución, ni el denuedo, inutilizada la artillería el descalabro fue inminente teniendo que replegarse sobre La Emboscada con pérdidas recíprocas de consideración. Los negros no perdieron tiempo y pasando el río le fajaron a la Emboscada donde Reinoso vendió la vida a costa de mucha sangre sosteniendo combates singulares sin ejemplo.

Derrotáronse los naturales con la esperanza de poder hacer firme con los refuerzos que esperaban de Santiago, pero no hubo lugar para tanto, quedándole a los negros franco el camino de Santiago, donde fueron sus víctimas una compañía de 150 jóvenes que iban en auxilio de los vencidos.

Los negros entraron en la ciudad como unas furias degollando, atropellando y haciendo correr la sangre por todas partes. La consternación fue general. La honestidad, el pudor, la decencia, todo estaba en la calle y en las plazas a las diez del día, y aun en los templos a merced de la brutal concupiscencia que estremecía la naturaleza.

Rodeados de la tropa negra perecían todos los del campo que acudían a prestarnos auxilio. Ocuparon el centro de la plaza cuando se celebraba la misa. Los bárbaros se dirigieron al templo asesinando a roso y belloso. Hicieron una carnicería espantosa manchando de sangre el suelo y los altares.

El que escapó en el templo murió en la calle al salir. Corrían los perseguidos a buscar asilo en las casas de los sacerdotes y éstos fueron también mártires de su furor. Este lamentable estado vino a calmar después que ya no habían quedado vivos más que los eclesiásticos y tal cual que por empeño de Campos Tavares, se reservó como prisionero. Solo escaparon de la refriega, estando en ella don José Minuesa Don Carlos Mejías, don Simón de Rojas y el autor.

Varios paisanos viéndolo todo perdido se refugiaron en Moca y para ganar tiempo formaron de pronto una diputaión que presidiera el cura frai Pedro Geraldino y se le presentare a Cristóbal a nombre el pueblo a rendirle pleito homenaje, lo que bastó por entonces para que esta jurisdicción gozare unos días de indulto. Cristóbal les ofreció protección autorizando al cura a continuar su ministerio. Luego veremos los efectos de esta protección.

Entre las atrocidades cometidas en Santiago fue la de que el martes de carnestolendas se vieron colgados en los arcos de la casa capitular las personas de don Carlos de Rojas, el anciano y don Francisco Escoto, tan solo porque había firmado como suplente los registros del Consejo Departamental, a don José Núñez, vecino de La Vega, a don Bartolomé Forteza. El miércoles de ceniza asesinaron a don Juan Reyes, que parecía perdonado a súplicas de Tavarez. Últimamente me refirió (el sacristán de Moca), la dilatada conferencia de Cristóbal con el cura de Santiago, después de haberlo puesto a la cabeza de la fila de hombres y mujeres, colocados de espalda a la orilla de la Barranca del río, condenados todos al cuchillo con solo una señal del gefe, de que ya estaban advertidos, atribuyéndole el origen y la culpa de aquella temeraria resistencia en que habían perecido tantos de su ejército. Le reconvenía con un puñal en la mano, amagándole y llenándolo de los más groseros improperios. A la llegada de Campos Tavárez cambió la cosa, logrando al fin que se diera libertad a la gente de color y que el cura fuese destinado a su prisión.

En efecto se acercaron y nos informaron de que en Moca el 3 de abril de 1805, habían los negros pasado a cuchillo aquella mañana a todo viviente, para cuyo fin, el comandante Joubert había llegado allí con tropa, dando la orden de que las mujeres de todas clases y edades se reunieran en la Iglesia y los hombres en la plaza, pues todos, bajo la buena fe de la capitulación celebrada con los vecinos partidos debían obedecer a las prevenciones del gefe que mandaba.

Todos obedecieron creyendo que se iba a proclamar algún indulto o gracia a favor de ellos, y el indulto fue degollarlos a todos luego que se verificó la reunión prevenida, como ovejas acorraladas. 

Que los negros (Haitianos) luego que consumaron el sacrificio espantoso, sacrílego y bárbaro, abandonaron el pueblo: que de todas las mujeres estaban en la iglesia, solo quedaron con vida dos muchachas que estaban debajo del cadáver de la madre, de la tía o de la persona que las acompañaban, se fingieron muertas porque estaban cubiertas con la sangre que había derramado el cadáver que tenían encima que en el presbiterio había, por lo menos, 40 niños degollados y encima, del altar una señora de Santiago, doña Manuela Polanco, mujer de don Francisco Campos, miembro del Consejo departamental, que fue sacrificado el día de la invasión y colgado en los arcos de la Casa Consistorial, con dos o tres heridas mortales de que estaba agonizando. 

Que don Antonio Geraldino, don Mateo Muñoz y el capitán de aquel partido don José Lizardo, habían sido sorprendidos en su casa y atados a sus camas las incendiaron, incluyendo en el número de las víctimas aquellas señoras hermanas de nuestro cura escapadas del deguello de Santiago. 

Doña Antonia David, que resistida a los torpes deseos de uno de aquellos feroces animales fue atravesada de un bayonetaso en la puerta del templo. Una de ellas, de las escapadas, de edad de 18 años era hija de don Antonio Salcedo, quien había casado en segundas nupcias el mismo día de carnestolendas, en que perdió al marido sacrificado con los demás. El padre Geraldino no se sabía de él; después se supo que los negros se lo llevaron al retirarse del sitio que pusieron a la capital.

Este negro (Félix) me informó en Baracoa (Cuba/OQ) de todos los desastres, muertes y atrocidades cometidas por los negros en las personas blancas de ambos sexos y en todos los pueblos por donde habían transitado en su retirada de la capital, de donde fueron rechazados después de un sitio de veinte y tres días que fueron tuvieron que levantar más que de prisa. 

Que los altares, los archivos y hasta el reloj público, lo habían reducido a cenizas echando a pie para el Guarico a todo el que no habían asesinado sin exceptuar ni aun los sacerdotes menos al cura don Juan Vazques, a quien después de atormentarlo con crueldad en el campo santo, que estaba frente a la parroquia, lo sacrificaron, y al fin, para saciar su brutal venganza lo quemaron con los escaños del coro y los confesonarios.

Que entre los llevados iba nuestro antiguo vicario el señor don Pedro Tavares hombre más que octagenario, de una virtud ejemplar, la señora doña Francisca Hurtado, de la misma edad; el moreno honrado Julián de Medina, su anciana compañera, padres de Felipa, sus hijas Zeferina, Florentina y Gregoria, María y Nicolaza, hermanas de ésta, corrieron la misma suerte, aunque estas dos últimas escaparon y volvieron a Santiago, y por ellas se supo el cruel término de tantos infelices, sin haber encontrado en las plazas y calles más que cráneos y huesos humanos, con que dejaron inundados todos los pueblos, en venganza de no haber podido ampararse de la capital. Al cabo de un año y medio las plazas eran montes, que casi era menester práctico (guía/ndv) para ir de un barrio a otro y solo se veían ruinas y huesos de muertos.

Como los negros (Haitianos), así que saquearon los pueblos a su retirada a la capital los abandonaron, aquellos vecinos que se habían refugiado en los montes y en las cuevas huyendo del cuchillo y del fuego, fueron después pareciendo del modo que pudieron, según se lo permitían aquellas circunstancias, y así permanecieron hasta el año 1808 en que el inmortal, el héroe del siglo, el nunca olvidado don Juan Sánchez Ramírez, hijo de Santiago  y vecino de la villa de Cotuí, reconquistó gloriosamente la parte española, o mejor dicho, la sacó de las manos del general de división Mr. Luis Ferrand, obligándose a quitarse la vida con cuyo hecho calmaron las calamidades pasadas.


RECUENTO

El 3 de abril,1805, Cristóbal se reunió con todas sus tropas en Santiago, decapitó en el cementerio a los prisioneros varones, entre los que se encontraban el cura y otros 20 sacerdotes Vásquez, prendió fuego al pueblo y sus cinco iglesias, y partió, tomando como rebaño a 249 mujeres. 430 niñas y 318 niños, este número es muy alto considerando la población relativamente pequeña de estos pueblos.

Nótese que en la descripción de los niños sacrificados, solo en el altar mayor de la iglesia de Moca había 40, pero este hecho solo es narrado por el autor, fueron decapitados en la isla son innumerables, ya que esta acción por orden de Dessalines se llevó a cabo. en muchas partes del territorio francés de la isla y miles.

Curiosamente, la relación mujeres, niños que fueron traídos de Santiago a Haití "como ovejas", porque mientras las mujeres eran 249, los niños sumaban 748, es tres veces más niños que mujeres. Las mujeres, los hijos de los prisioneros y James arrastrados a Haití sumaron 997 personas, pero este grupo solo estaba liderando desde Santiago. Hubo informes creíbles de acciones identificadas en Moca y Santiago, pero se dice a Filled por orden de Henri Christophe "Monte Plata, San Pedro y Cotuí fueron reducidos a cenizas, y sus habitantes masacrados o llevados cautivos como animales, atados y abusados ​​en cantidades miles de el territorio de Haití ".

Esa orden de 900 veganos lo arrastraron a Santiago y también fueron incendiados San Francisco de Macorís, Moca, Puerto Plata y Montecristi. Es claro que cuando dice que fueron "arrastrados" a 900 santiagueros como se señala es que la cantidad de personas fueron tomadas como prisioneras y todas iban a pie. Así que a los 900 veganos conducidos, "arrastrados", que estaban siendo "arrastrados" desde Monte Plata, San Pedro, Cotuí, San Francisco y Moca, y los que fueron hechos prisioneros en Puerto Plata y Montecristi, y también "arrastrados". a pie hasta el lejano territorio de Haití.
Si cada una de estas comunidades sirvió como en Santiago, donde los hombres fueron asesinados y hechos prisioneros "arrastraron" a mujeres y niños, es razonable estimar que mujeres y niños "arrastraron" a miles. Y como muchos prisioneros decapitados sumarían una enorme cantidad teniendo en cuenta que en muchos casos, superados los decapitados tomados como prisioneros caminan hacia territorio haitiano ...

Esta es una tragedia inconmensurable ante la cual, en relación con este trabajo, se deben referir dos consideraciones, como se indicó. por los primeros autores citados, y el segundo explicaría el énfasis, el particular interés por la matanza y la conducta de los niños como prisioneros, "arrastrados" por la sed y el hambre que caminan hacia Haití.
La primera consideración se refiere al hecho de que Dessalines tuvo que abandonar el lugar que tenía a Santo Domingo en 1805, un fracaso de gran dimensión para Haití, equivalente a una gran derrota militar para la capital de la ex colonia española, de importancia decisiva además A su estrategia, fue ocupada por el ejército francés, que era el objetivo militar de varios del ejército haitiano.

Esta situación adversa contrarrestó marcadamente a Dessalines, quien antes de abandonar el lugar "sí dio la orden a los comandantes de los distintos comunes conquistados de reunir a todo el pueblo y llevarlo a prisión, para que su primera orden de que las mulas los pisoteen a ellos y a otros animales". para llegar al lado haitiano ".

Además, bajo las últimas instrucciones de varios generales que Dessalines partió antes de abandonar el sitio, "empujaron ante ellos al resto de la gente, animales y bestias ... redujeron a cenizas los pueblos, aldeas, granjas y ciudades, trajeron devastación por todas partes, hierro y fuego, y no perdonó a los individuos sino a que SM fuera tomado como prisionero ".

Es importante señalar que parte de las dos citas citadas anteriormente fueron extraídas del Diario de Guerra del propio Dessalines, por lo que, en parte confesión, prueba de relevo, buena ley según abogados conocedores.

Cabe destacar que el ejército invasor de Dessalines estaba formado por más de veinte mil soldados, bien equipados con las mejores armas de guerra del momento en Europa, haitianos que habían capturado al ejército de Napoleón Bonaparte derrotados en Saint-Domingue, es decir, en Haití. . Como se ve, a esos más de veinte mil hombres se les ordenó, en su retirada, conducir hacia Haití como prisioneros a todos los habitantes dominicanos, "o al resto de ellos", los que se mantuvieron con vida, porque los prisioneros varones fueron masacrados terriblemente sin piedad.

Si sólo James fueron "arrastrados" 249 mujeres, 430 niñas y 318 niños, según reveló Alejandro Llenas, y La Vega 900 veganos, entonces hay que inferir que sumaron el resto de las comunidades por las que pasó el ejército y fueron miles.

Lamentablemente no hay pruebas documentales del genocidio en la región sur, que fue donde se retiró con un gran ejército de sus propios Dessalines. Solo hay referencias en el texto escrito por Gaspar de Arredondo y Pichardo sobre el horror que contaron los fugitivos por los caminos y las montañas llegaron rápidamente al Cibao huyendo del territorio del Sur.

Una segunda consideración la expreso aquí. Algunos historiadores sostienen la creencia de que la invasión de Dessalines obedeció a un decreto destemplado, propio de la guerra, del general francés Ferrand Lois, que entonces era gobernador de la colonia de Santo Domingo.

En su artículo "Invasión de Dessalines" Alejandro llenó bien el nombramiento de este decreto de Ferrand, quien fue en respuesta a una proclama de Dessalines llamando a los habitantes de la parte española de la isla a rendirse. Pero su insólito decreto del 6 de enero de 1805 March Ferrand autoriza a los habitantes ya las autoridades españolas a capturar territorio de la República de Haití a niños de 14 años para venderlos, como hacían en absoluto a los negros, como esclavos comunes.

Obviamente el motor de la invasión inmediata de Dessalines no fue este decreto, pero su contenido debió haber causado la indignación de las autoridades haitianas por el mensaje de texto que equivalía a una propuesta para restaurar la esclavitud, que evidentemente había sido superada con la proclamación de la Independencia de los haitianos. , que había sido suprimida por la Revolución Francesa también años anteriores.

La masacre de 40 niños en el altar de la iglesia de Mocha y la conducción hacia Haití como prisioneros de los 748 niños en Santiago debe ser un mensaje claro. Estos, como decíamos, son datos que están documentados, pero ningún caso tenía que ser único. En otras comunidades dominicanas en las que golpearon al carnicero conocido como Henri Christophe se habían producido decapitaciones masivas de niños inocentes por sus propias órdenes directas. Se podría decir sin exagerar, que esta masacre de Dessalines y sus seguidores, superó las 25.000 ejecuciones en todo el país, una suma espantosa teniendo en cuenta la población masiva de la época, pero más tarde fue asesinado el propio Jean-Jacques Dessalines, como su destino, de la misma forma en que mataron a sus prisioneros se ordenó en 1806, su cuerpo fue primero decapitado y luego furiosamente despedazado por sus asesinos.

Esta historia es considerada como los hechos históricos y contemporáneos que no deberían repetirse jamás.

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